miércoles, 10 de febrero de 2010

AÑORANZA Y ACCIÓN

Por José Emilio Amores

Según el diccionario, añoranza es aflicción por la ausencia. Algo así como sentarse a la orilla de la banqueta y llorar lo que tuvimos. Es, pues, una actitud negativa. La actitud opuesta es la acción. En vez de gimoteos, debemos actuar para no perder nuestros bienes. Agarrar con uñas y dientes el Parque la Pastora para evitar su mutilación y aprestarnos a la reconquista del Parque Fundidora, con las leyes en la mano, como dijo Sergio Elías Gutiérrez hace unos días.

En lo que toca al Parque La Pastora, el Muchacho del Retrato ya se amañó con los mercaderes del templo. Por contraste, el alcalde de Monterrey ofrece una opción meritoria: rescatar unos terrenos de los ferrocarriles, sin fin práctico actual, y darles valor de uso. Con ello el alcalde evita el asesinato del único rincón verde que nos queda.

Cosa curiosa, pero de la actitud de las autoridades, surge la pregunta ¿El gobierno debe entregar lo que es bien público, patrimonio común, para establecer un negocio particular?

La respuesta es: no. Gobernantes y ciudadanos estamos obligados a actuar con caridad. La caridad es la búsqueda del bien común. El bien de todos los prójimos que formamos el vecindario. Entonces, está mal lo de La Pastora como también pésimo el reparto del terreno del Parque Fundidora. Ambos van en detrimento de espacios de uso libre para descanso y recreación de la comunidad.

Los agravios ya cometidos contra el bien común forman cuentas de rosario. Los más graves, son: la partición de la Alameda, la cesión de terrenos del Parque Fundidora a negocios de particulares, la desaparición de la Plaza de la República, el cambio de destino del Parque Niños Héroes.

La Alameda inicialmente era de veinte hectáreas hasta que el general Bernardo Reyes la dividió a la mitad para fin de construir la penitenciaría del estado. A su vez, una de las dos mitades la partió en dos: un pedazo para la penitenciaría y el otro para un fraccionamiento suyo. Buen negocio.

Muchos años después, en 1943, el gobernador del estado decidió quitar la penitenciaría de aquel lugar y ubicarla bien lejos, por allá por terrenos del Topo. Buen acierto. Donde metió la pata fue en no devolver a la Alameda el terreno sino hacer otro fraccionamiento. También su negocio.

En los dos casos los habitantes vimos la sustracción y callamos. Fuimos cómplices por ausencia de civilidad.
Así continuamos en el curso del tiempo. Contemplamos, sin hacer nada, la mutilación del Parque Fundidora. El Parque Fundidora nació en 1988 como zona para la expansión y recreo de los habitantes del área metropolitana. Un terreno generoso, apetecible, de ciento veinte hectáreas.

Hace poco, ya lo dije antes, Sergio Elías Gutiérrez ponía en duda la legalidad de los negocios instalados en el Parque Fundidora, el denominado Bosque Mágico Sésamo, el teatro Coca Cola cuyo cambio de nombre a Banamex ya fue anunciado; el centro de convenciones Cintermex; la Arena Monterrey.

El bochorno que produce la lectura del listado es grave. Por eso, repito, se nos acabó el tiempo de hacernos disimulados y guardar silencio. Vamos todos a empujar contra el despojo planeado del parque La Pastora. Vamos también al apoyo de Sergio Elías para finalmente saber si las dudosas concesiones se pueden y deben eliminar.

Para actuar conviene recordar.

Hasta la década de los ochenta había una montaña rusa en la Alameda. La autoridad municipal en manos de Alejandro Chapa mandó retirarla. Así lo ordenaba la ley. Lo mismo debe hacerse en el Parque Fundidora con el negocio Bosque Mágico Sésamo. Es tan ilegítimo como la montaña rusa en la Alameda.

También es sano mantener en la memoria el ejemplo de gentes que sin robarse terrenos de la comunidad invirtieron en negocios de beneficio público. Como Eduardo Barragán que edificó un centro de convenciones en un terreno comprado con su dinero en la Loma larga o como los inversionistas del parque recreativo Mundo de a de Veras o como el ingeniero Garza Flores quien por allá por el rumbo de Allende no ha dado el regalo de un zoológico donde los animales andan sueltos. O como Marinela Servitge quién para El Papalote usará dos naves de la antigua fábrica de acero y debajo, a modo de sótano, pondrá el museo interactivo de ciencias, sin afectar jardines.

Todos ellos son ejemplo de gente buena y autoridades responsables. Lo cual nos anima a vivir en armonía en este vecindario nuestro.

Finalmente, tan pronto recuperemos la Plaza de la República lucirán, como estaban en el recuerdo, el Palacio de Gobierno y el Palacio Federal.

Frente a nosotros están, pues, las dos actitudes. Podemos añorar, compadecernos de nuestra mala fortuna o declaramos hartos e ir en defensa de lo que por derecho nos pertenece.

Fuera los mercaderes del templo, si no les gusta la oferta bien generosa del alcalde pues que se compren su terrenito. La Pastora es bien público, como lo era el templo de la historia.

28 de enero de 2010.




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