Crónica de Daniela García publicada en la edición No. 10 de
El Barrio Antiguo.
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Así se adueña del agua FEMSA
¿La construcción de un nuevo estadio de futbol puede ser la fachada para un negocio vital?
A finales de la década de los 70, los habitantes de Coatepec, un pueblo ubicado a unos kilómetros de Xalapa, Veracruz, vieron con asombro cómo grandes empresas industriales se instalaron en las afueras. Firmas como Coca Cola y Nestlé compraron quintas y ranchos rodeados de lagos y manantiales llenos del agua cristalina que mantenían al lugar vivo y verde.
Primero los habitantes se alegraron de contar con nuevas fuentes de trabajo en una zona donde la mayoría de los empleos están relacionados con la siembra, recolección o venta de café. Además, la llegada de las empresas trasnacionales les permitió obtener productos de la canasta básica a un precio más accesible.
Parecía que después de tanto tiempo la exuberancia de su tierra recibiría los frutos del progreso.
Coatepec está catalogado como “Pueblo Mágico”. Lo mágico del lugar reside en la espesa vegetación que lo rodea, en sus cerros llenos de cataratas y manantiales de agua pura que bajan y cruzan las zonas urbanas. Pero tras la llegada de Coca Cola y Nestlé, no pasó mucho tiempo para que los habitantes de Coatepec se dieran cuenta de que estas se habían adueñado de las represas de agua que alguna vez les pertenecieron: en un convenio con el Gobierno de Veracruz y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) obtuvieron concesiones por casi el 80 por ciento de los mantos acuíferos de la zona. En el 2013, más de 40 años después, los ríos que cruzan las zonas urbanas no tienen nada de cristalinos y se percibe un olor rancio proveniente de las corrientes. Además, existe una escasez de agua en todo el estado y poco hay que puedan hacer para recuperar el agua que por convenio le pertenece a las empresas.
Debido a la privatización de los mantos acuíferos de la región, es necesario acarrear agua para consumo humano desde el estado vecino de Puebla. Así se abastecen las necesidades diarias, no sólo de Coatepec, sino también de la capital, Xalapa, y de otras ciudades del estado. Esto les cuesta a los ciudadanos más de lo que le cuesta a las empresas hacer uso de los mantos concesionados. Las dificultades de abastecimiento del agua potable contrastan con los montes, arroyos, lagos y manantiales que adornan los paisajes del estado, el cual es el que recibe más escurrimiento de agua en todo el país. Hasta 33 por ciento del total de agua del estado termina en manos de las grandes industrias. Los habitantes de Coatepec miran el desfile del agua… siempre del otro lado del muro.
II
En Monterrey, Nuevo León, se vive una historia similar en las calles de la zona metropolitana: la empresa Fomento Económico Mexicano (Femsa), a la cual pertenece Coca Cola y hasta el 2012 tuvo alianza con Nestlé, se ha hecho de un terreno importante en el parque La Pastora, asiento de uno de los pocos mantos acuíferos subterráneos del área metropolitana de Monterrey. En esta área, la empresa que actualmente utiliza para sus procesos industriales agua traída directamente desde Saltillo, planea construir un estadio de futbol.
Entre el tráfico de la ciudad, a tan sólo unos minutos del centro de Monterrey y al pie del Cerro de la Silla, se encuentra el parque La Pastora: un bosquecito rodeado de avenidas llenas de carros apretujados en el tráfico y bordeado con colonias que alojan a cientos de familias. Bajo la superficie del parque, una importante cantidad de agua ha permanecido escondida y alejada de los ojos de los regiomontanos. Durante años, esta reserva de agua permaneció oculta y su existencia no se trató más que como un simple rumor. Actualmente, la tranquilidad del sitio se ve perturbada por el movimiento: la empresa transnacional Femsa adquirió una concesión por par- te del Estado de Nuevo León para construir en el terreno el imponente estadio de futbol que alojará al equipo local de los Rayados de Monterrey.
Poco más de 500 trabajadores se reúnen todos los días bajo el sol rabioso del verano y realizan diferentes tareas: se montan sobre máquinas que excavan el terreno, acomodan y reacomodan las altas vigas que soportarán la construcción del estadio, rellenan de concreto los cimientos. Si se transita sobre la avenida Pablo Livas, justo a un lado de donde se encuentra la obra todavía gris, se puede apreciar ya la forma del estadio: ovalada, alta, majestuosa.
Las visitas a la construcción están restringidas y hace falta un permiso tan- to de la empresa Femsa como del Club de Rayados para poder ingresar y recibir un tour por el interior del terreno, alrededor y al interior del futuro estadio. Este tour es proporcionado con mucha reticencia. En el recorrido ya se pueden apreciar unas gradas en donde se sentarán las personas que paguen por un boleto para los partidos de futbol o los que decidan adquirir abono. Justo arriba, señalan los encargados del tour -trabajadores de las empresas constructoras subcontratadas por Femsa- estarán los palcos vitalicios privados, cuyos precios llegarán hasta los 13 millones de pesos. Los empleados dirigen el tour hacia la zona donde se establecerán los restaurantes y las tiendas de conveniencia, como si se tratara de la visita a un centro comercial. En dirección contraria se encuentra el lugar en donde estarán los vestidores de los jugadores y árbitros, incluido uno especial para las mujeres árbitras.
Los que no pueden pasar las mallas metálicas son los aficionados del equipo Rayados, quienes se conforman con pararse sobre las avenidas circundantes o en el interior del parque La Pastora. Desde ahí observan el futuro estadio y, con emoción en los ojos, platican que no pueden esperar más para verlo termina- do. “Se te pone la piel chinita”, comenta uno de ellos.
III
Frente a su escritorio, en una pequeña oficina ubicada al sur de Monterrey, uno de los propietarios de una de las compañías que se encargan de la construcción del estadio, se niega a ser identificado con su nombre por temor a represalias, pero confirma la existencia de los mantos acuíferos bajo el terreno donde estará el estadio: “Sí existen, pero no se tocan”. Los constructores fueron informados por los mismos directivos de Femsa: deben mantener los mantos en buen estado. No se pueden perforar, dañar o tocar y todas las maniobras de construcción deben de realizarse con sumo cuidado.
El agua está en un terreno que temporalmente le pertenece a Femsa, pero las leyes federales del país establecen que es un recurso federal, por lo que la empresa no puede usarla a menos que obtenga un permiso de Comisión Nacional del Agua (Conagua). De hecho, el equipo jurídico de Femsa especifica esta circunstancia en el documento de impacto ambiental que desarrolló para apaciguar a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en el 2010: “Queda prohibido al concesionario [...] explorar o construir pozos domésticos o industriales para extracción de mantos freáticos y extraer o utilizar agua del Río la Silla”.
De forma similar a lo sucedido en Coatepec, Veracruz, si quiere perforar estos pozos, Femsa tan sólo necesitaría que Conagua le diera un permiso que no tiene costo. La concesión del terreno de La Pastora a Femsa es de 60 años, por lo que si buscan explotar un manto acuático para sus labores, les quedarían 57 años para tramitar el permiso correspondiente de Conagua.
IV
Claudia Gómez sale a regar sus plantas todos los días a eso de las cinco de la tarde. Vive justo detrás del futuro estadio de los Rayados. En la parte delantera de su casa, tres grandes árboles adornan la vista, pero un espacio vacío en la acera recuerda la desaparición del cuarto. Cuando la corriente del Río la Silla creció hace tres años, debido al paso del devastador huracán Alex, el cauce se desbordó y arrastró todo lo que encontró a su paso, incluido el arbusto de Claudia. El agua no se llevó sólo árboles, sino también carros, mesas, sillas y hasta colchones. Era un árbol grande, pesado. “Nomás que llueva otra vez así, que nos venga otro huracán y va a volver a pasar- comenta-. Se va a inundar la calle, se va a llevar más árboles y carros y va a ser peor”.
Claudia no es experta en el tema, pero esta información se la dejaron saber ecologistas y activistas sociales que acudieron durante meses a la zona de La Pastora para informar a los vecinos de los peligros que corrían al tener el estadio ahí. “Se hicieron manifestaciones, fuimos al Congreso, hicieron un chorro de cosas. Pero de todos modos lo construyeron, ya sabes cómo funcionan todas esas cosas políticas”.
Fueron 26 hectáreas las que el Gobierno de Nuevo León cedió a Femsa para la construcción del estadio. Éstas representaban una zona verde en donde se podían encontrar diferentes tipos de vegetación, altos árboles que servían como hogar para una cantidad importante de animales pertenecientes a la zona. La Pastora es un pulmón urbano ubicado casi en el centro del municipio de Guadalupe. Fue reducido en un proceso que pasó inadvertido para la mayoría de la sociedad, excepto para los ecologistas y los vecinos que ahora viven preocupados ante la posibilidad de que los azote otra inundación como la que ocurrió el verano del 2010. Temen que otra tormenta ponga en peligro no sólo sus residencias, sino también su seguridad.
El agua que baja por los surcos del Cerro de la Silla atraviesa las colonias que se encuentran en las faldas de la montaña y se encuentran en un punto intermedio, en el parque La Pastora. Esto lo explica, frente a la computadora de su oficina en El Barrio Antiguo de Monterrey, Jorge Longoria, arquitecto urbanista miembro de la asociación civil Vertebra, mientras observa con preocupación el mapa donde se muestran estas corrientes de agua. “No sólo se van a inundar las colonias vecinas cuando llueva”, sostiene mientras seña- la en el mapa el lugar en donde se está construyendo el estadio. “También se les va a inundar el estadio”. Jorge Longoria cree firmemente que el estadio no fue más que la excusa perfecta que usó Femsa para hacerse de los mantos. La excusa perfecta que, además de otorgarles en algún momento la oportunidad de utilizar la importante cantidad de agua que se encuentra en el terreno de 180 hectáreas, les traerá una derrama económica enorme, debido al fanatismo por el futbol en Nuevo León. Además, la única cerveza que se venderá dentro de las instalaciones será Heineken (empresa socia de Femsa). A todo esto se deben sumar los futuros precios de los palcos, los abonos y los boletos de entrada, que en la actualidad ya son sumamente caros en el estadio del Tec de Monterrey y subirán aún más en el nuevo hogar de los Rayados.
En Monterrey, Femsa utiliza agua traída desde Saltillo para realizar sus procesos industriales, embotellamiento de agua y elaboración de refrescos y cerveza, entre otros. Esto, con la justificación de que el agua que llega desde el estado de Coahui- la es más pura que la que existe en Nuevo León, por lo que sale más barato el proceso de depuración final.
V
En Coatepec, desde que las empresas pertenecientes a Femsa absorbieron el agua y forzaron al gobierno local a solicitar abastecimiento en Puebla, se suscitaron algunos problemas en la zona. En una ocasión, a inicios del 2012, los habitantes de Puebla decidieron que el agua de su estado era suya y no tenían por qué otorgársela a otro estado sólo porque los gobernantes habían llegado a un acuerdo en alguna ocasión. En Sonora ocurrió un fenómeno similar cuando al quedar seco Hermosillo, el gobernador Guillermo Elías Padrés elaboró un proyecto llamado Acueducto Independiencia para traer agua a su estado desde la cuenca de Ciudad Obregón y los territorios de los Yaquis. Las peleas siguen aún hoy en día por parte de las tribus y los ciudadanos que claman porque se deje de agotar indiscriminadamente todas las cuencas del estado en lugar de establecer un proceso de regeneración del agua local.
La presión de las llaves, de las regaderas y de los lavamanos se vio disminuida en Xalapa. La ciudadanía temió por la falta del líquido. Durante dos semanas, sólo era posible acceder a un pequeño chorro que viajaba lentamente por las tuberías hasta los hogares xalapeños. “Nos teníamos que bañar con cubetas”, recuerda Don Manuel, sentado en las escaleras de la catedral, frente al Palacio Municipal de Coatepec, mientras observa a sus compañeros que frente al Ayuntamiento sostienen carteles con consignas de “No más promesas”. Al recordar el corte de agua que vivieron meses atrás, Don Manuel se ríe: “Ni en el rancho, cuando era niño. Al menos allá se podía uno meter a bañar al río”.
Mientras ordena una taza de café en un típico y acogedor restaurant en el centro de Xalapa, Rafael Arías Hernández, profesor de la Universidad de Veracruz, define como grave lo que sucede en la zona. Ve una falta de interés por parte de los ciudadanos: “en Veracruz tenemos mucho escurrimiento de agua. Lo chistoso es que también a los veracruzanos se les escurre todo. No les importa la situación”. Los cerros que rodean Xalapa son verdes. Los jardines, las plazas y las plantas que adornan la ciudad muestran la misma tonalidad de colores vivos que rara vez se pueden encontrar en Monterrey. “Hay mucha agua, pero se puede ver que ya empezó la sequía”. Es difícil, si se observa con un ojo inexperto, ver la sequía a la que se refiere ya que la sequía de Veracruz es más tangible a la hora de beber agua. “El agua de los lavamanos, de las mangueras y de la regadera no es potable”, advierte. En Xalapa no pasean las personas por las calles y abren una manguera para poder saciar su sed cuando se vuelve insoportable: podrían enfermar con demasiada facilidad. El agua embotellada es su única opción y quien la vende es la misma empresa que se apoderó de sus aguas, a precios ridículos. Una botella de agua en Veracruz puede costar lo mismo que una cerveza de Femsa.
A ocho kilómetros de Xalapa, entre montañas y valles se encuentra Coatepec, famoso por su café de altura. Existe la broma entre sus habitantes de que cuando se toma el camión de Xalapa hacía el pequeño pueblito, uno puede saber que la parada se acerca porque se empieza a percibir el aroma a café tostado en las cafeterías… y es cierto. En cada calle del centro se pueden encontrar al menos tres o cuatro cafeterías por cuadra. Las fincas de café rodean la zona y los cafetaleros son personas respetadas y reconocidas por su trabajo. El café, además del turismo, es su principal fuente de ingreso.
Javier, un hombre mayor de 60 años, trabaja en el Museo del Café,que también funciona como finca de cultivo que perteneciente a la familia Apan, reconocida por tener un café de calidad. Javier ha trabajado toda su vida en torno al café y probablemente así morirá. Su hijo, sin embargo, trabaja para Coca Cola. “La empresa se acaba el agua, pero al menos da trabajo”, observa Javier.
Cuauhtémoc Apan, su jefe, se muestra de acuerdo con él pero es más atinado y directo a la hora de señalar la falta de agua de la región: “¿Cómo puede ser posible que siendo Veracruz tan rico en agua, el agua que reciben para uso humano deba de ser llevada desde Puebla?”, medita recargado en la pared en las afueras de su casa, que al igual que el resto de los domicilios en la zona, se encuentra rodeada de plantas verdes. “Es preferible que falte agua para riego y ganadería, que para uso humano. Y eso es lo que pasa aquí”.